CARTA ABIERTA, PASOS DE PAZ
Escrito por Ana Lucia Martinez
Si pensamos en los antecedentes de la violencia en Colombia, encontramos que hay diversidad de argumentos y de posiciones para explicar sus causas, prueba de ello son las diversas respuestas que intelectuales colombianos entregaron a la sociedad colombiana, donde cada uno sostenía una postura ideológica en la que no hubo acuerdo alguno.
Cada uno desde su orilla ofreció su visión, no hubo encuentro alguno desde el argumento, desde la explicación teórica, porque llegar a ese núcleo del horizonte de la no violencia merece una aproximación diferente. No es el intelecto, ni las conceptualizaciones lo que nos permitirá entrar en ese nuevo sendero. Para llegar allí, se nos exige una postura ética, de comportamiento y de vibración del espíritu, el que nos permite abrazar los miedos, la desconfianza, y la pretensión de seguridad de algunos encerrados en un torre de marfil de sentirnos inocentes ante la cruda realidad que circunda a millones de colombianos, que con arrogancia sentimos que somos liberados de una culpa de esa conciencia oculta, porque han sido otros los que han ensuciado sus manos y con desenfreno y desmesura los señalamos con el dedo apuntándolos con desprecio y desconsideración.
Cada uno carga con una culpa. Así sea desde la omisión y aunque nos rebelemos a rabiar a aceptar esa realidad pavorosa e ignominiosa, y hasta que cada uno pueda mirarla de frente sin trastabillar, se nos abrirá la oportunidad de modificar estas condiciones reinantes, será desde la humildad y la mesura el modo de encuentro con el otro, en el mismo espacio y en el mismo nivel, sin sentirnos mejor el uno del otro, sino iguales doloridos por las mismas circunstancias equívocas, adversas y nefastas.
Cuando un hombre público como Antanas Mockus, se declara culpable y reconoce sus errores de apoyo a actos pasados y lejanos, pero que desde la mirada de hoy tilda de equivocados, es un acción ejemplerizante que cada colombiano debe emprender consigo mismo y su conciencia para enfrentar la pregunta si está libre de culpa y puede lanzar la piedra a la mujer adúltera, como nos recuerda el pasaje bíblico. O cuando el expresidente Gaviria propone de una amnistía para todos, no sólo para los guerrilleros, o los militares, o los paramilitares, o los políticos,o los empresarios, o los narcotraficantes… Las acciones, intereses y silencios de unos y otros han sido responsables de la violencia que vivimos. Y por ello, el llamado de la Comisión de la verdad, acordada por la mesa de negociación en La Habana, de que aquellos comprometidos desvelen y denuncien las diferentes acciones u omisiones que permitieron o crearon situaciones de violencia; porque no se trata de esa violencia que genera la guerra ideológica, tenemos violencias más apremiantes.
Colombia aparece como el país más violento del continente según índice global de la paz (IGP). Está entre los 17 menos pacíficos del mundo, en una lista que encabezan Siria, Irak y Afgasnitan en titulares de periódicos[1]. Compara a 162 naciones que mide con 23 indicadores, la seguridad interna, la participación del país en conflictos y el grado de militarización.
Colombia ocupa el noveno lugar entre los 10 países del mundo que más gastan dinero de su PIB (el 18%) en contener la violencia, según el Instituto para la Economía y la Paz, fundado por el australiano Steven Killelea”. Entre las causas se encuentra la cantidad de desplazados por el conflicto armado y a las FARC como uno de los grupos responsables de este desplazamiento forzado. Además la tasa de homicidio por cada 100.000 habitantes está por encima del 30 por ciento.
No solamente nos matamos por posturas ideológicas divergentes, muchos colombianos mueren porque no hemos aprendido a resolver los conflictos sin agredir al otro y sin aniquilarlo. Hemos olvidado dialogar y confrontarnos sin el desvío del espíritu que no encuentra otra salida, sino de arrasamiento, exclusión y enmudecimiento de los que piensan diferente. De los ingenuos que trazan una diferencia entre los buenos y malos, y asumen la bandera de los inocentes y de los justos que culpan y señalan a otros, que se sienten limpios y poderosos pero lejanos de la conmiseración y conciliación con nosotros mismos, con nuestros dolores y heridas.
La paz, es un proceso que cada ser del planeta tiene que tomar como suyo, como un ejercicio personal y permanente, de estar alerta y dispuesto a ahondar en sus propias entrañas para resolver los nudos personales, familiares, laborales, comunitarios, ciudadanos que dificultan y obstruyen una estadía amable sobre esta tierra. La paz es una realidad que inicia en cada uno de nosotros, y es más que un slogan o un panfleto, es una obligación, una responsabilidad en la que nadie está incauto.
Y por ello, lo que se muestra de La Habana y las conversaciones entre gobierno y guerrilla es un ejercicio similar al que vivimos en la familia, en la escuela, pero que como sociedad hemos perdido ese sendero, ese camino y por ello la construcción de la cultura de la paz, es una tarea diaria de pasos de Paz, pedagogías de Paz.
La cátedra de paz, iniciativa de senadores que lograron constituirla como Ley 1732 del primero de septiembre de 2014 y como decreto reglamentario 1038 del 2015 para su implementación. De una necesidad, de una urgencia como país, de un clamor del pueblo colombiano y para el pueblo colombiano para hacernos consciente de educarnos en la paz y en la sostenibilidad del medio ambiente, en la construcción de un planeta más amable para todos y no para pocos.
Porque es un compromiso que se viene construyendo desde los objetivos del milenio que acordaron 189 estados miembros de las Naciones Unidas que suscribieron 8 metas cuyo propósito era lograr en el 2015, un mundo con menos hambre y pobreza, más incluyente, justo y sostenible. Se definieron 18 tareas adaptadas a su contexto, que fueron la base para la elaboración de políticas y planes que se han venido poniendo en marcha y giraron en torno a la erradicación de la pobreza extrema y el hambre, el acceso universal a la educación primaria, la promoción de la igualdad entre los géneros, la reducción de la mortalidad materna e infantil, la lucha contra la malaria, el sida y otros males; la búsqueda de la sostenibilidad ambiental y el fomento de la asociación mundial.
Y aunque la pobreza extrema se redujo al 22%, y Colombia cumplió con el 57%, hoy el porcentaje de gente empobrecida está en 8.1 por ciento (12.3 puntos porcentuales menos que en 1990), en Quibdó este indicador se dispara al 14.5%, lejos del de Bogotá a 1.9% o a Medellín 2.8%; lo alcanzado en zonas urbanas dista de lo logrado en zonas rurales. Con impotencia La Guajira exhibe indicadores de salud pública similares a los del Africana subsahariana.
Las estadísticas que son un lenguaje aparentemente objetivo, nos distancian de darnos la dimensión de lo que acontece, porque esas cifras son números que esconden a los seres de carne y hueso que sufren situaciones de inequidad, de falta de oportunidades del ciudadano(a) común, sin importar género o región a la que pertenece y/o en la que viven.
Pero cada sujeto puede traer a su corazón, situaciones adversas que lo han conmovido y le han permitido sentir la necesidad de otros y su premura de búsqueda de mejores condiciones para los suyos y que gracias a su esfuerzo y voluntad inquebrantable son sobrevivientes visibles y encomiables de situaciones extremas que nos asombran por su coraje y valentía como ser humano; que nos interpela frente a nuestra comodidad que tanto nos torna indiferentes, y nos arroja a preguntarnos por lo que estoy haciendo para ayudar a mitigar esa inequidad y desigualdad en la que vivimos.
Y es cuando comprendemos que nos estamos a salvo, cada uno está confrontado desde su orilla a ofrecer su mano, su servicio, para que paso a paso demos cada uno pasos de paz y sea un compromiso de todos y no de pocos.
EN COLOMBIA
Escrito por Esperanza Chia
Queridas maestras y maestros.
Los colombianos nos hemos acostumbrado a convivir con las escenas de guerra que hablan de odio y sufrimiento, lo vemos a diario en el cine, en los noticieros, en nuestros pueblos y en nuestras casas.
La paz y la libertad se están transformando de sueño a pesadilla y de ser un derecho de todos, a una decisión de pocos.
Se ha afectado nuestra paz interna, y con ello la paz de nuestros hogares, barrios y pueblos. Es un circulo vicioso. Lo externo nos afecta y a la vez, nosotros transformamos lo externo.
Un proverbio chino dice que “el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”, porque toda acción tiene repercusión porque todo esta interconectado
Nuestras culturas, nuestras historias y nuestras vidas individuales están interconectadas. El nuestro, es un destino común y ese destino será determinado por nuestras intenciones, nuestras decisiones y nuestras acciones de hoy.
Maestros y maestras, padres y madres de Colombia, ustedes, aparte de tener en sus manos la mayor responsabilidad social que es la educación de los niños, niñas y jóvenes del país, tienen la misión sagrada de educar y proteger a sus hijos e hijas. Ese doble papel, los convierte a nuestro modo de ver en las personas mas importantes: los formadores y educadores de Colombia. En sus manos estamos todos.
En Pasos de paz, pedagogías de paz estamos convencidos que crear una cultura de paz y de no-violencia es un objetivo noble y necesario, que nos corresponde a todos, aun cuando sea un proceso largo y difícil.
Para nosotras, la paz no es solamente la ausencia de violencia sino también la presencia de justicia y el bienestar de la gente. La paz es obra nuestra, de cada uno. Nadie puede hacerla por nosotros.
Se dice que hombres y mujeres son libres para amar. Pero parece imponerse en nuestra cultura una tergiversación del concepto de libertad entendida como una libertad que prescinde de normas morales y de la relación con los demás, un concepto que prescinde de las responsabilidades y los deberes contraídos;
La libertad humana es, ante todo, la capacidad de decidir eligiendo entre diversos bienes, entre hacer esto o aquello, entre actuar o no actuar.
La libertad humana es la capacidad de auto determinarse, de construirse un futuro de acuerdo a convicciones personales. Por eso, el ser humano es el único que puede abrir su corazón a los demás, puede entregarse, puede aceptar a los otros y hacer el esfuerzo de comprenderlos, puede renunciar a sus propias ideas o intereses por bienes mayores, puede dialogar y asumir como propios, puntos de vista ajenos que lo enriquecen.
Consideramos que este concepto de libertad es válido para construir la paz porque pone a hombres, mujeres, niños y niñas en contacto con los demás, los hace responsables de sus actos y los convierte en autores de la vida familiar y social, los hace capaces de adquirir compromisos y cumplirlos, llevándolos a cabo a pesar de las dificultades.
El maestro más antiguo del mundo fue el primero en hablar de paz: "Mi paz os dejo, mi paz os doy”.
Enseñó que la paz de un corazón no se equivoca ni se acobarda para llevar a cabo grandes misiones con generosidad, en favor de los otros. La verdadera paz nace de la paz interior del corazón que es fiel a su conciencia; es la entrega generosa y fiel a los demás.
La paz es el resultado del amor.
Con sentimientos de gratitud y afecto
Equipo de Pasos de Paz, Pedagogías de Paz
MENSAJE DE ANI BERMUDEZ


